Por MARTHA LUCÍA RÍOS | Corresponsal Eje Cafetero

Al rededor de una taza de café hay, no cientos, sino miles de historias, una tradición ya de carácter mundial y el nuestro se campea por el mundo, por doquier con orgullo como uno de los mejores. Y es que menciono algunas situaciones como cuando la mayoría de nosotros llegamos a un aeropuerto buscando nuestro tinto, el cual acompañamos de una buena lectura mientras esperamos. A veces también es el suvenir que tanto añoran las personas que están en el extranjero y que decir de las visitas, las mesas de junta de muchas empresas o esas invitaciones donde después de un buen menú rematamos con el delicioso tinto.

Las familias y empresas que se volvieron grandes gracias a este grano que pareciera ya no es un atributo y que, tan pequeño, se volvió una amenaza. ¿Qué fue lo que hizo para que ahora, con desconfianza, lo miren las generaciones nuevas?

En estos tiempos recordamos esos paisajes de matas de café, de jeeps Willis que traían a las personas que lo recolectaban, las chimeneas de las fincas con ese delicioso aroma que da el café, las canciones que se escuchaban entonar en los cafetales, la diversificación de sembrados que hacían parte de nuestra despensa, la alegría sana y contagiosa de todo un tema en torno al café; esos sembrados fueron de mucho respeto, ese mismo que ha inspirado a muchos haciendo novelas, libros, películas que precisamente se acompañaban de esta valiosa bebida.

Las generaciones anteriores estudiaron, salieron adelante al igual que muchas empresas se gestaron, dándole continuidad a tan preciado grano. Ya no,  desafortunadamente ya no. Los campesinos se fueron para las ciudades con la esperanza de un futuro mejor pero engrosando las filas de pobreza y falta de oportunidades.

En las fincas cafeteras ya no se ven jóvenes trabajando, tal vez quedan algunas personas ya mayores, quizá con la fe de que algún día vuelvan los ojos hacia ellos, los cuales con sus manos, que tienen el rastro de labores del campo, que ahora parece un fantasma. Muchos invirtieron, no sólo todo su dinero sino su vida, sus ilusiones, como enfrentando ese monstruo con la tenacidad que caracteriza al campesino, como si no tuvieran derecho a la tecnología y mecanización agrícola a estímulos que los hagan volver al campo, como salarios dignos, seguridad social y vías de acceso aunque falta más.

Pero sigo sin entender por qué carajos a un grano de café le salieron tantos enemigos, lo digo de manera textual, pues en vez de estimular la producción aquí en Colombia les cobran a los exportadores sumas tan grandes y le pagan al productor sumas tan infamemente pequeñas, prefieren traer cafés inferiores del Brasil y Perú por mencionar algunos. ¿O sea que es un castigo producir y comercializar el café?

A todas estas lo que se está creando es un problema psico- social en Colombia, me extendería más pero me preocupa que quienes manejan esto del café entiendan, pues tal parece que su capacidad mental es del tamaño del pago a los productores y comercializadores del café y más preocupante aún, ocupen puestos de tanta responsabilidad, sin saber lo más mínimo de matemáticas, pues por lo que vemos sus cuentas sí que están al revés. Así que señores ¡por favor! hasta por internet enseñan a sumar y no sólo a restar, como con los pagos injustos.